En un estudio realizado por Wellness & Image Group, en actividades sobre Proyección de Imagen, dirigidas al sector empresarial, a un amplio grupo de participantes de perfil profesional, ambos sexos y entre 25 a 40 años, se les preguntó que les agradaba más de sí mismos, menos de un diez porciento se refirió a su aspecto físico, y los pocos que lo hicieron fue para resaltar rasgos con una valoración negativa.
Cuando, en el análisis sobre la relación con el cliente, se les consultó sobre que era lo primero que veía un hombre en una mujer y viceversa, que le atraía más a la mujer de un hombre, sin embargo, las respuestas generalizadas fueron orientadas al aspecto fisico. El sector masculino se focalizó hacia la figura de la mujer, y las damas ante todo, en la buena presencia del hombre, para posteriormente expresar que éstas tenían connotaciones sociales, y sobre todo económicas. Ante este hecho, al parecer, en algunos casos, vemos a otros antes que a nosotros mismos.
Evidentemente, en la sutil contradicción de estas respuestas hay razones de orden psicológico, social y cultural que aportan indicios sobre el sentir y la comprensión de la autoimagen corporal. Por alguna razón, el espejo se voltea primero hacia el otro. El fenómeno radica, en lo que el otro me proyecta pero, mi propia imagen no proyecta. ¿Debe ser invisible, es inexistente, no importa? O bien, es sólo un tema de desconocimiento del potencial de este recurso intrínseco en la naturaleza humana.
Entre las premisas vitales del contexto comercial empresarial, están la captación, mantenimiento y fidelización del consumidor de bienes y servicios. En muchos casos, se orienta al empleado a una lectura a priori del otro, en la notoria valoración de la indumentaria del cliente como reflejo de su capacidad finaciera. No está demás añadir, que este cliché pudiera ser bastante relativo, a veces lo que se proyecta engaña. Lo que resulta increible es apreciar, cómo en algunos casos las operaciones con el cliente son realizadas por personas que, consciente o inconscientemente, son ciegas o son mantenidas en la ceguera respecto a su autoconcepto y potencial. Indudablemente esto no debería suceder y menos en la tan difícil tarea de relacionarse con la gente.